martes, 18 de noviembre de 2008

La gesta y la parábola en la comunicación pública.

Manuel Martín Serrano ofrece un análisis de los medios de comunicación de masas como transmisores de una interpretación de la realidad que responde a modelos narrativos consolidados, como son parábolas ejemplarizantes o gestas. Desde este enfoque se propone una clasificación de los medios de comunicación como elementos de estabilización social, en tanto en cuanto canalizan las desviaciones propias del devenir humano hacia el ámbito reconocible de las relaciones institucionales y las creencias compartidas.

El propósito, pues, de los medios de comunicación de masas, consiste en ejercer una labor mediadora entre los aconteceres (ya sean cotidianos o sociopolíticos) y su interpretación por parte de la sociedad. Según argumenta Serrano, la narración sociopolítica recurre a ‘la eficacia integradora del ritual para conseguir una visión consensuada de la acción social’, mientras que la narración de la cotidianeidad se apoya en el mito a fin de ‘influir directamente sobre las creencias’. Desde esta óptica, la forma en que la sociedad contemporánea hace uso de ritos y mitos, remite a formas de representación atávicas de las que no parece poder suscribirse. La función de los medios tiende a perpetuar formas de representación que pretenden mantener el orden social tanto en la esfera de lo público, como en la de lo privado.

Así pues, la parábola de la cotidianeidad contiene un relato cerrado que habitualmente concluye con una sanción social, a modo de medida ejemplarizante, que pretende fomentar un comportamiento en el ámbito de lo privado que resulte socialmente aceptable. Por su parte, los relatos de gesta referidos a acontecimientos sociopolíticos supeditan el papel desempeñado por los individuos al mantenimiento y funcionamiento de las instituciones; la dialéctica constante de estos acontecimientos convierte las narraciones de este tipo en ritos comunicativos recurrentes de los que se hace partícipe a la población. Su propósito es el resaltar el papel estructurante y dominante que deben ejercer las instituciones públicas a pesar la interminable sucesión de éxitos y fracasos inherente a su funcionamiento.

La visión de Serrano resulta interesante por cuanto estructura la función social de los medios de comunicación de masas de modo consistente diacrónicamente, sin embargo resulta cuestionable su afirmación acerca del carácter anti-ilustrado del programa que transmiten y que según Serrano ‘habían perdido la fe en la posibilidad de armonizar las necesidades del sujeto con las exigencias del orden social’, ya que el proyecto Ilustrado puede considerarse como el comienzo de la Modernidad en cuanto al establecimiento de un orden institucional laico del que los ciudadanos participan subordinados a las leyes y reglamentos que hubieran sido promulgados. De aquí se sigue que la referencia continua a la narrativa de las gestas, protagonizada por símbolos institucionales, constituya un sustrato ideológico que mantiene la base de este pensamiento. Este tipo de narrativa, junto con el de la cotidianeidad, refuerza los roles que sirven como modelo de proyección del individuo, modelando su conducta para adaptarla a las necesidades sociales.

De esta reflexión puede fácilmente deducirse que la organización y propósito de los medios de comunicación de masas sean coercitivos, sin embargo, como profesores ¿no es, en parte el proyecto de la Modernidad lo que rige nuestras metas educativas?

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