martes, 18 de noviembre de 2008

De la tecnología a la ética: experiencias del siglo veinte, posibilidades del siglo veintiuno.

Carl Mitcham plantea la evolución del desarrollo tecnológico desde el comienzo del siglo veinte a partir del impacto social y la percepción que de dicho desarrollo se ha tenido hasta el momento. Destaca la relevancia social, económica, cultural y política que estos avances tecnológicos han supuesto, y cómo han variado las connotaciones que se le atribuían a lo largo del siglo veinte.

De una connotación ingenuamente positiva en lo que respecta al desarrollo tecnológico, el siglo veinte ha pasado por disociarlo de cualquier otro aspecto o fin social, antes de pasar a contemplarlo con cautela extrema en tanto que sus consecuencias resultan difícilmente previsibles.

En general, los planteamientos éticos relacionados con el desarrollo tecnológico han surgido una vez que el impacto de dicho desarrollo ha tenido consecuencias evidentes, y, en muchos casos, graves. Mitcham cita, por ejemplo, que las investigaciones médicas que se llevaron a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, llevaron a establecer que toda experimentación con sujetos humanos debía suponer su consentimiento libre e informado. Proporciona otros ejemplos correspondientes a cada una de las cinco últimas décadas del siglo veinte que contribuyeron a matizar las potencialidades de la tecnología en los ámbitos armamentístico, ecológico, bioética, genética y protección de datos. También menciona el caso de la Unión Europea como ejemplo de precaución en la legislación relativa a los usos tecnológicos.

Parece difícil establecer una ética a priorística, como las propuestas por Kant, a propósito de situaciones nuevas que surgen con relativa frecuencia, y que no están contempladas en dicho código. Quizá sea por ello que la tendencia ética sea de tipo utilitario (John Stuart Mill) y se plantee a medida que aparecen las situaciones que lo requieren.

La tendencia actual, en términos pragmáticos, parece ser que cada campo cognitivo se autorregule a través de la formación ética de sus miembros; en este sentido parece relevante que una parte significativa de los campos de conocimiento determinantes del desarrollo tecnológico formen a los estudiantes en ética a través de códigos deontológicos que les preparen para las disyuntivas éticas que son susceptibles de encontrar en el desarrollo de su profesión.

Las situaciones éticas que surgen con el desarrollo y uso de la tecnología nos lleva a analizar con mayor detenimiento las posibilidades y los riesgos que ésta ofrece, a la vez que nos hace ver una relación compleja entre ética y tecnología que necesita ser estudiada en entornos controlados antes de extender su uso (evitando así la paradoja del control social de David Collingridge, 1980), empleando siempre aquellas que sean más flexibles.

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